Un día con TB

Salgo a la calle y todos me miran, siempre me he preguntado si soy realmente feo o muy simpático para que eso pase. Me subo al micro, no hay asiento, todos están parados y rozándose unos con otros; no me gustan los espacios cerrados, tengo una suerte de claustrofobia que no me deja tranquilo. Me gusta ver a la gente, pensar en qué trabajan, si son solteros, si han perdido algún familiar cercano. Me gusta ver a las personas a los ojos, conocer su mundo me fascina.

Me bajo en la misma esquina de siempre, camino dos cuadras hasta la entrada. El portero me saluda; ya me conoce, siempre vengo. Por más que he cruzado esa puerta cientos de veces, no he dejado de tener vergüenza. Entro y hablo con Romina, me regala una sonrisa de oreja a oreja; a veces siento que le doy pena. Me dice que espere un momento. Saco mi celular, reviso el Facebook: Un amigo del colegio se acaba de casar en Máncora, en una boda preciosa en la playa a la luz del sunset ¡Su esposa es muy guapa! Mi ex jefe postea una docena de fotos de su viaje a Rusia, feliz y contento; es un buen tipo, siempre nos llevamos bien.

Habrán pasado ya 15 minutos, soy una persona impaciente, quiero irme a mi casa. Romina me dice que pase, entro a la pequeña habitación color amarillo pálido, todo en ese lugar es tan frío. Me preguntan cómo me siento, si me estoy cuidando y tomando precauciones. Siempre respondo que sí, aunque a veces no sea cierto. Me revisan el cuerpo, me hacen toser, me meten una palito de madera a la boca y listo, ya puedo partir.

De camino a casa empiezo a sentirme un poco mareado, pensé que era el ruido de la calle; toso y veo como un líquido rojo mancha mis manos. Me apresuro a llegar a casa, no quiero volver a ese lugar. Con dificultad abro la puerta, voy a la cocina y agarro una botella de agua, la tomo y el líquido rojo aparece de nuevo. Un poco sonámbulo llego a mi habitación, la cama es todo lo que quiero por ahora. Me acomodo en ella y dejo de toser. Miro el techo y me dejo llevar por el inminente sueño, esperando que mañana sea un día mejor.

Soy Antonio, tengo 33 años, soy contador y tengo Tuberculosis. No puedo salir de mi casa sin mascarilla por el temor de contagiar a otras personas con el simple hecho de hablarles. Tengo miedo, ¿sabían que mueren más de 1,4 millones de personas en el mundo a causa de la Tuberculosis? Mi vida cambió por completo cuando me diagnosticaron; dejé de ir a la oficina, por suerte puedo seguir con mis labores desde mi casa. Mi familia se preocupa mucho por mí, tratan de que no tenga mucho contacto con la gente. Yo, por el contrario, amo estar con gente. Me siento vivo, y peleo esta batalla todos los días; las personas con TB estamos expuestas a la discriminación, al abuso, al rechazo.

Este 24 de marzo se conmemora la Lucha contra la Tuberculosis y así como Antonio, miles de peruanos y peruanas viven con el virus de la Tuberculosis. En el 2016, se estimó que en el Perú más de 1 400 personas la poseían. Felizmente, es una enfermedad que si se detecta a tiempo y con el tratamiento adecuado, es curable. Lo que si mata es la discriminación, el estigma y el rechazo.

En Prisma trabajamos para personas con TB del Callao, haciendo investigación, capacitación y acompañamiento tanto a los pacientes como a los familiares. Con la ayuda de la Universidad Cayetano Heredia, el proyecto «Innovación por la Salud y el Desarrollo» tiene dos misiones en la lucha contra la Tuberculosis dentro de la jurisdicción de la Dirección Regional de Salud del Callao:

-Mejorar las pruebas diagnósticas para tuberculosis y tuberculosis multidrogorresistente

-Realizar intervenciones socio-económicas que ayuden a las intervenciones biomédicas en el control de la tuberculosis

Nuestro compromiso es fuerte, para que personas como Antonio puedan recibir un tratamiento adecuado y, sobre todo, no sufran rechazo y discriminación.

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